Las cuatro antorchas de glorificación.
Ritos funerarios egipcios. (4)
Este conjuro debía ser recitado por las personas que iban a encender las antorchas.
Se trata de una invocación para que se manifieste el ojo de Horus, símbolo del poder de la luz de Ra.
El ojo de Horus resplandece del mismo modo que lo hace Ra (el Sol) en el horizonte.
En el texto se hace alusión a los enfrentamientos entre Horus y Seth que se insertan en el contexto del mito de Osiris de modo que la luz de Horus, representada por su ojo, debe ser capaz de vencer a Seth, símbolo de las tinieblas de la noche.
Cuando la momia había sido depositada en la tumba, tras haberse practicado la Apertura de la Boca, en torno a ella, la primera noche, se libraba una lucha entre los poderes de la luz y de las tinieblas, representados por Horus y Seth, de modo que los deudos del fallecido, con estas fórmulas mágicas pretendían que Horus saliera victorioso en este combate.
Una vez encendidas las antorchas, la rúbrica del capítulo 137A describe la forma en que se deberá llevar a cabo el ritual de glorificación del difunto.
Se deberán utilizar cuatro antorchas de tela roja, que estarán empapadas de aceite de Libia de primera calidad.
Las antorchas estarán sostenidas por cuatro hombres en cuyos brazos estarán escritos los nombres de los hijos de Horus (Amsit, Hapy, Duamutef y Qebehsenunf), cuya protección se solicita expresamente.
Una vez encendidas, las antorchas iluminarán al difunto, gracias al conjuro, con la propia luz de Ra, la luz que emana de la divinidad. Gracias al poder de esa luz, el difunto será más poderoso que las propias Estrellas Imperecederas (nuestras Circumpolares), es decir, será más poderoso que las propias divinidades, de modo que ninguna de ellas se podrá oponer a su pretensión de acceder al Reino de la luz de Ra.
El difunto para quien fuese recitada la fórmula de las Cuatro Antorchas, no perecerá jamás y su alma vivirá eternamente.
El poder mágico de la fórmula evitaba el peligro de las pruebas y amenazas que les esperaban en el Reino de los Muertos y no volverían a morir por segunda vez, ahora para toda la eternidad.
Aquellos que lograban salir victoriosos de esas amenazas, tras pasar por el proceso de glorificación, se transformarían en divinidades inmortales, "como si fuera Osiris, el Señor de los Occidentales".
El sacerdote, en la rúbrica, insiste en que el contenido de la fórmula se debe mantener en absoluto secreto, ya que si el misterio se difundiese, su poder mágico sería quebrantado y se perdería.
En este tipo de textos está acreditado el poder mágico de estas palabras "ha sido verdaderamente eficaz Millones de Veces".
La fórmula de las antorchas se debía recitar cada vez que la estatua animada (representación mágica del fallecido) se hiciera llegar simbólicamente ante la representación de cada una de las siete puertas de Osiris.
El conjuro se debía recitar en la noche, cuando el Ba del difunto estaba recorriendo el mundo de la ultratumba.
En su recorrido por el Reino de los Muertos, los egipcios pensaban que el fallecido debía atravesar diversas puertas que estaban custodiadas por guardianes de feroz aspecto, que estaban prestos a impedirle el acceso si no acreditaba tener los conocimientos necesarios.
Gracias a la fórmula, el difunto tenía asegurada la entrada por esas puertas.