Una forma de evitar la degeneración en la otra vida era apelar a la magia.
En el culto de los muertos, una estatua o una figura tallada en relieve era considerada como un sustituto eficaz para el cuerpo humano en el caso de su destrucción.
Teniendo en cuenta que la momia podría ser destruida, se colocaba en la tumba una o varias imagenes del difunto.
Si el cuerpo se deterioraba, el Ka podría penetrar en una de esas figuras y para mayor garantía, eran confeccionadas en material duro como madera, granito o piedra caliza.
El uso en piedra en lugar de
madera, aumentaba aún más la garantía de que el Ka siempre encontraría una manera de perpetuar al difunto.
Otro truco mágico, utilizado durante la IV y V dinastía, fue la representación en piedra de la cabeza del fallecido, que fue colocada en la cámara funeraria.
Estaban destinadas a servir como sustituto de la cabeza si la cabeza del propio difunto fuese destruida.
Eran verdaderos retratos de los muertos.
Para eliminar cualquier riesgo de que el espíritu de los
muertos no reconociera su estatua, las tumbas solían venir acompañadas del nombre y los títulos inscritos en los jeroglíficos.
Del mismo modo, en las escenas talladas en relieve, breves inscripciones explicativas se insertan como una especie de comentario, a menudo dando los nombres de las personas representadas, y a veces, describiendo las acciones que realizan.
Tales personas son por lo general los familiares de los fallecidos.
A pesar de toda la representación pictórica, un suministro regular de provisiones frescas siempre se consideró esencial para el bienestar de los muertos.
Aunque no tuvieran la intención de dispensar el suministro regular de provisiones frescas, la estela, a través del poder mágico de sus palabras escritas, proveía al muerto un valioso método de garantía contra la desnutrición.
Otro elemento de protección a la espiritualidad de los muertos era grabar, en los sarcófagos y paredes, escenas e inscripciones que eran adaptaciones del mito sobre la muerte de Osiris y encantamientos de protección de su peligrosa jornada por el inframundo.
La etapa final del paso a la otra vida fue el juicio de los
difuntos por Osiris, Dios del inframundo, en un ritual
conocido como el Juicio de Osiris consistente en medir el corazón.
Si la persona llevó una buena vida, sería juzgada digna de la vida eterna.
Muchos de los hechizos pretendían garantizar un juicio favorable.
Para los antiguos egipcios la eliminación del nombre de un hombre correspondía a su propia destrucción.
Por otro lado, si el fallecido conocía los nombres de los seres divinos, ya sean amigos o enemigos, y sabía pronunciarlos sin dilación, tendría poder sobre ellos y sería capaz de obligarlos a hacer su voluntad.
Un ritual egipcio que jugó un papel importante en todos los tiempos fue la purificación del agua.
En Helipolis, en el templo de Ra, el faraón fue a parar al lago sagrado ceremonial, antes de entrar en el edificio.
Antes de que su cadáver pudiera entrar en los recintos sagrados de su tumba, era preciso ser purificado mediante un lavado.
A través de esta purificación, el rey muerto se regeneraba, pues existía la convicción de que el Dios Sol renace cada mañana para lavar en un lago, antes de emprender su viaje a través del cielo.