El sicomoro

El viento, al pasar entre las hojas, susurra.
Los árboles, como antenas, captan las emisiones sonoras que llegan del cielo a la tierra. 
Los egipcios creían que las maldiciones y venganzas de los muertos "se remontan con el viento".
Los vientos tienen una connotación maléfica y son invocados en la iconografía popular por las brujas para atraer tempestades mediante su voz o su canto.
Los árboles están unidos a la palabra, como receptores del sonido estelar.
Osiris nació del árbol "As" en el mar del Norte. 
Según algunas tradiciones sus árboles eran el tamarisco, el sicomoro y la palmera.
Desde los tiempos más antiguos, en Egipto los árboles son objeto de veneración divina, tal vez porque eran muy escasos.
Al Este del cielo se encuentra el alto sicomoro (el Nehet), un árbol cósmico sobre el cual los dioses están sentados. 
Al frente, al Oeste, en la frontera del desierto, vivía la "Señora del Sicomoro", la diosa vaca Hathor, la que creó el mundo y todo lo que allí hay.
Lleno de compasión, el sicomoro hace descender su follaje, saluda a los recién muertos y les da la bienvenida con agua y pan.
Con ello les alcanza el alimento y la bebida, con lo que les asegura la vida después de la muerte.
Sobre las ramas del sicomoro se sientan las almas de los muertos en forma de pájaro. (Las ramas del sicomoro eran el refugio de las almas cansadas).
Gracias a la ayuda del árbol sagrado, las almas regresan al seno del mundo divino, de los seres eternos, que simplemente habían abandonado por la duración de una vida humana.
Es representado con brazos divinos que están llenos de regalos y que riegan el agua de la vida de un recipiente.
El sicomoro, santo de los egipcios, también estaba en el umbral de la vida y la muerte, conectando los dos mundos.
En el Libro de los Muertos, hay dos sicomoros en la entrada del Cielo, que dan cobijo y frutos a los muertos. 
(…) He abrazado al sicomoro y el sicomoro me ha protegido, las puertas de la Duat me han sido abiertas. 
(Libro de los Muertos, capítulo 64).