Tumba de Tutankamón (6)

Cuando Carter hizo un agujero bajo el dintel de madera y metió una linterna, vio que el hueco al otro lado estaba totalmente relleno de piedras y cascotes, lo cual era una información adicional sobre el cuidado con que la tumba se había protegido.
Este fue un momento particularmente duro para el excavador.
Carter estaba allí solo, con la única compañía de sus obreros nativos, y quizás se hallaba ante su gran descubrimiento.
Es de suponer que necesitaría de toda su gran fuerza de voluntad para no tirar todo abajo y averiguar qué era lo que había encontrado.
Comparada con otras tumbas reales, esta era extremadamente pequeña, por lo que supuso que podría tratarse de la tumba de algún noble. O quizás fuera un simple escondrijo al que se hubiera trasladado alguna momia real.
Pero, en el fondo de su corazón, seguía albergando la esperanza de haber dado finalmente con la tumba que andaba buscando desde hacía tantos años.
Fotografías de Harry Burton (y en color)
El relato de Carter:
Despacio, desesperádamente despacio para los que lo contemplábamos se sacaron los restos de cascotes que cubrían la parte inferior de la puerta en el pasadizo y finalmente quedó completamente despejada frente a nosotros. 
Con manos temblorosas abrí una brecha minúscula en la esquina superior izquierda. 
Oscuridad y vacío en todo lo que podía alcanzar una sonda demostraba que lo que había detrás estaba despejado y no lleno como el pasadizo que acabábamos de limpiar. 
Utilizamos la prueba de la vela para asegurarnos de que no había aire viciado y luego, ensanchando un poco el agujero, coloqué la vela dentro y miré teniendo detrás de mí a Lord Carnarvon, a Lady Evelyn Herbert y a Callender que aguardaban el veredicto ansiosamente. 
Al principio no pude ver nada ya que el aire caliente que salía de la cámara hacía titilar la llama de la vela pero luego, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles del interior de la habitación emergieron lentamente de las tinieblas: animales extraños, estatuas y oro, por todas partes el brillo del oro. 
Por un momento, que debió parecer eterno a los otros que estaban esperando, quedé aturdido por la sorpresa y cuando Lord Carnarvon, incapaz de soportar la incertidumbre por más tiempo, preguntó ansiosamente: 
¿Puede usted ver algo? Todo lo que pude hacer fue decir: Sí, cosas maravillosas. 
Luego agrandando un poco más el agujero para que todos pudiéramos ver, colocamos una linterna.